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Querida hermana,

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Prometí que la próxima vez que te escribiera sería para informarte sobre nuestra gran victoria contra el ejército germano, lamentablemente me he visto obligado a romper tal promesa. Juré por todos los dioses que el camino que me alejó de tu lado sería el mismo que me traería de vuelta sano, salvo y victorioso. Por desgracia, esta noche, los dioses me han dado la espalda y han destrozado aquel juramento que te hice cuando marché hacia el frente. Lo siento, querida hermana, siento no poder mantener mi palabra, siento no poder seguir y, sobretodo, siento no volver a verte en esta vida.

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Te preguntarás como un ejército como el nuestro ha podido sucumbir ante un grupo de bárbaros indisciplinados, la razón es simple: la moral. La moral, nuestra moral, la que cada día disminuía más y más, ha sido el arma perfecta que los salvajes han utilizado para vencernos y, querida hermana, lo han hecho. Lo han hecho y con méritos. Las incesantes lluvias, el frío extremo, las enfermedades, las heridas, la comida correosa todo ello ha matado nuestro espíritu,y ahora los bárbaros acaban con nuestros cuerpos.

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Hermana, siento como todo se empieza a desvanecer a mi alrededor: el olor a sangre y a heridas purulentas cesa, los gritos bárbaros y hermanos se silencian, mis heridas ya no arden y mi sangre ya no fluye con tal rapidez sobre mi armadura. Ya se acerca el final, mi final, y en el atardecer de mi vida lo ùltimo que veo eres tù. Tu rostro. Tu rostro iluminado por el sol, aquella tarde de verano que paseábamos junto a los rosales. Ese será el rostro que me guiará al otro mundo, donde esperaré tu llegada, donde nos encontraremos otra vez.

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Con mi ùltimo aliento te pido, por favor, que mantengas esta carta a buen recaudo; no dejes que nuestros padres la lean, permíteles seguir viviendo en la más feliz de las ignorancias, creyendo que su ùnico hijo barón sigue vivo y combatiendo en el frente. Las noticias de mi muerte llegarán en semanas, tal vez meses, entonces lo sabrán; pero hasta que esos oscuros días lleguen y se ciernan sobre ellos, déjalos vivir con tranquilidad.

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Tu hermano,

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Quintus

Sandra

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